Esta Navidad va a ser muy diferente. Las reuniones serán más reducidas, nos daremos menos besos y abrazos y no habrá cotillones ni grandes fiestas. Aun así, tenemos más motivos que nunca para brindar, para celebrar y para volcarnos en los pequeños detalles. Como preparar con mimo el menú de Navidad, decorar la mesa, iluminar el árbol y elegir un Ribera del Duero para compartirlo con nuestros seres queridos.

Bodega insignia de Pagos del Rey, los vinos de Altos de Tamarón se elaboran con uva Tempranillo, una de las más cultivadas en España y reina absoluta en Ribera del Duero. Y es que el clima extremo en esta región da a los viñedos un carácter y fuerza únicos. Para esta Navidad, os proponemos un menú de Navidad con platos sencillos pero deslumbrantes, unos entrantes originales, un primero delicioso y tres alternativas de plato principal. Para brillar y brindar.

Tres aperitivos diferentes perfectos para el primer brindis de esta Navidad

Derecha: e.clemente. Centro: Unodedos.

Para salir de lo corriente a la hora de los aperitivos, te proponemos un trío ganador: unos vasitos de crema de foie con chutney de mango, unas tartaletas de sobrasada con miel y piñones y unas tostas de jamón de pato con aguacate. Son bocados con personalidad y mucho sabor, con algunos toques de fruta y dulces, perfectos para maridar con un vino joven como Altos de Tamarón Tinto.

Agradable, fresco y frutal,resulta perfecto para comenzar la velada, para el primer brindis navideño. Es un vino joven de intenso color rojo cereza y tonos violáceos, tan característicos de los vinos jóvenes. Presenta aromas de frutos rojos maduros y algunos toques golosos, como de regaliz. En boca resulta muy sedoso y afrutado, con buena persistencia.

Prepara el vasito mezclando en la batidora el foie gras cortado en dados con nata para cocinar y un huevo. Coloca una cucharadita de chutney de mango en cada vasito, rellena con la crema y hornea media hora a 100 °C. Reserva en la nevera para servir frío, con una gota de reducción de balsámico.

Para las tartaletas, tuesta unos piñones con un hilo de aceite de oliva en una sartén unos segundos, con cuidado de que no se quemen. Añade la sobrasada, cocina un minuto más e incorpora una cucharada de miel de la Alcarria, si es de lavanda mejor, que resulta muy suave y delicada. Mueve para que se incorpore todo y aparta del fuego. Rellena las tartaletas en el momento de servir.

Para las tostas, corta rebanadas finitas de pan y tuéstalas. Pela el aguacate, que debe estar bien maduro, y coloca su carne en un bol. Tritura de forma gruesa, con el tenedor. Salpimienta y pon una pequeña cantidad en cada tosta. Cubre con jamón de pato.

Aquí tienes las recetas completas de los vasitos de foie gras y tartaletas de morcilla, miel y piñones.

Crema de castañas, ligera y de temporada

Una crema es perfecta en el menú navideño. Se muestra ligera tras los aperitivos, y ayuda a llegar con fuerzas al plato principal. La crema de castañas resulta original y muy navideña, con un producto tan estacional. Nuestra armonía sugerida es Altos de Tamarón Roble, un tinto que también es joven, por lo que resulta ligero y frutal, lo que complementa muy bien el sabor de bosque y, al mismo tiempo, limpia el paladar de la untuosidad de la nata.

Sin embargo, gracias a un breve paso por barrica, exhibe aromas muy ligeros de roble tostado, café y chocolate. En boca, presenta taninos muy suaves y un toque de vainilla que marida perfectamente con el de anís estrellado de la crema. Es un vino con un agradable y duradero posgusto.

Para elaborar la crema de castañas, pela la primera piel de las castañas y después escáldalas durante 40 segundos en agua hirviendo. Pásalas después a un bol con agua helada. Así, podrás retirar fácilmente la segunda piel.

Sofríe en una cacerola con un hilito de aceite a fuego suave una cebolla y dos ajos picados finos junto con una estrella de anís y una pizca de sal. Pasados unos minutos, añade las castañas partidas en dos o tres trozos y deja rehogar todo junto durante un par de minutos. Añade caldo de verduras y deja cocer durante 20 minutos o hasta que las castañas estén bien tiernas. Retira el anís estrellado, añade un chorro de nata para cocinar y tritura hasta obtener una crema fina.

Sirve con alguna castaña entera reservada tras la cocción como adorno y una pizca de nuez moscada. Para una presentación aún más elegante y de celebración, puedes emplatar en copas de cóctel.

Plato principal opción 1: pechuga de pollo rellena de grosellas

Esta pechuga de pollo rellena de grosellas no solo es deliciosa y sencilla de hacer, sino que además luce de lo más vistosa en la mesa. Los aromas de frutos negros, cacao y especias de Altos de Tamarón Crianza armonizan perfectamente con las grosellas. El envejecimiento de este vino en barrica de roble americano y en botella suavizará la acidez de las grosellas. En el paladar este vino resulta untuoso y envolvente, con un posgusto muy elegante.

Para hacer estas pechugas de pollo rellenas de grosellas, lo primero que debes hacer es picar cuatro o cinco chalotas en brunoise bien menuda. Acerca una sartén al fuego con un hilito de aceite de oliva virgen y deja pochar la chalota a fuego suave. Cuando se haya ablandado, salpimienta y añade un chorro de vino dulce y sube el fuego para que evapore el alcohol. Pasados dos minutos, incorpora un buen puñado de grosellas y saltea todo junto un minuto. Aparta de fuego y reserva.

Limpia perfectamente las pechugas y, con un cuchillo afilado, ábrelas longitudinalmente, si no has pedido que te las abran para rellenar en tu comercio de confianza. Salpimiéntalas por ambas caras. Extiende el relleno y enrolla las pechugas. Para que no pierdan su forma durante la cocción, átalas con un hilo de bramante o bien usa una malla de cocina. Calienta un poco de mantequilla con una cucharada de aceite de oliva en una sartén y, cuando esté caliente, coloca las pechugas con cuidado y dora por todos los lados. Pásalas a una fuente y hornea a 190 °C durante 20 minutos.

Plato principal opción 2: cochinillo asado

Un asado tradicional es un valor seguro en Navidad y en cualquier ocasión especial. Para un plato como el cochinillo, hemos seleccionado Altos de Tamarón Gran Reserva, una joya que se elabora con uvas seleccionadas minuciosamente y recogidas a mano. Los 24 meses que pasa este vino en barrica de roble francés y americano y los 3 años en los que su envejecimiento continúa en botella, le aportan complejidad y armonía en el paladar, con aromas potentes y elegantes. Un vino con cuerpo, perfecto para acompañar las texturas melosas de la carne y crujiente de la piel.

El cochinillo suele asarse entero y en horno de leña, pero adaptaremos la receta para hacerla en nuestros hornos de casa esta Navidad. Lo más importante es contar con un cochinillo de hasta 5 kilos, nunca más.

Machacamos en el mortero cuatro ajos pelados hasta formar una pasta. Los mezclamos con la manteca de cerdo, que debe estar a temperatura ambiente. Mezcla bien para conseguir una pasta homogénea. Salpimienta el cochinillo y úntalo por todos los lados con la pasta de manteca y ajo. Colócalo sobre una fuente, si es de barro, mejor, con la piel hacia arriba.

Añade en la fuente un vaso de agua y un par de hojas de laurel, con cuidado de no mojar la parte superior del cochinillo, esto es, la piel. Pincha la piel con la punta del cuchillo y mete la fuente en el horno, que ya debe estar precalentado a 160 °C. Asa durante una hora hora y media, regando de vez en cuando con el jugo. Si la fuente se quedara sin agua, añade un poco más. Sube la temperatura a 190 °C y sigue asando durante 20 o 30 minutos más, ya sin regar la parte superior para conseguir la característica piel crujiente del cochinillo.

Plato principal opción 3: solomillo Wellington

Parkerman & Christie.

Otro clásico de estas fechas, el solomillo Wellington. Una receta que asusta a los principiantes, pero que resulta más sencilla de hacer de lo que parece. Y el resultado es sublime. Como lo es su armonía con Altos de Tamarón Reserva, perfecto para esta carne.  El paladar de este vino es potente y lleno de complejidad, ideal para un plato con los matices de las setas, la mostaza, el jamón, y la delicadeza del hojaldre. Es de un color rojo cereza intenso, muy atractivo, con algún tono marrón, propio de la crianza.

Para hacer este solomillo Wellington, lo primero que es dorar muy bien el solomillo por todos sus lados en una sartén con un hilito de aceite. Se trata de sellarlo para que no suelte sus jugos durante el horneado, lo que mojaría el hojaldre y lo echaría a perder. En cuanto esté, aparta y deja que se enfríe.

Mientras, pochamos a fuego muy suave seis chalotas picadas muy finas. Cuando comiencen a ablandarse, incorpora 400 gramos de setas también muy bien picaditas (pueden ser champiñones o alguna otra seta con más sabor, como boletus o trompetillas de la muerte, aunque las de temporada ya empiezan a escasear). Salpimienta y, cuando ya estén casi hechos y se haya evaporado el agua que hayan podido soltar las setas, añade un chorrito de brandy y sube el fuego para que se evapore el alcohol.

Extiende lonchas de jamón dejando que unas se solapen sobre otras sobre una lámina de papel de horno. Pon tantas como exija tu solomillo, según lo que mida de largo. Unta con un poco de mostaza las lonchas y extiende encima el sofrito de setas y chalota. Llévalo al frigorífico para que se enfríe y coja cuerpo. Reserva en él también la carne.

Pasado ese tiempo, sácalo y coloca en el centro el solomillo de ternera. Envuelve y aprieta un poco las lonchas de jamón con el relleno de setas sobre la carne. Ahora envuelve sobre hojaldre. Según el tamaño del solomillo, tendrás suficiente con una plancha o quizá necesites empalmar más de una. Pinta con huevo batido y hornea durante 30 minutos, con el horno ya precalentado a 190 °C. Deja reposar de 5 a 10 minutos fuera del horno antes de cortar y servir.

Aunque cada horno es un mundo y puede haber pequeñas variaciones, es importante respetar los tiempos de asado y de reposo fuera del horno. El truco para conseguir la carne más o menos hecha según tu preferencia es conservar la carne fría del frigorífico justo antes de hornear para que quede menos hecha, atemperándola media hora fuera de la nevera para que quede más hecha en su interior. No se debe reducir el tiempo de horneado o el hojaldre quedará sin hacer.