La altitud, las noches frías, los veranos secos, y los contrastes del clima y la tierra dan una frescura y carácter a la uva tempranillo en Ribera del Duero, perfecta para crear vinos tintos prodigiosos. Intenso color, escasa acidez, taninos pulidos, cuerpo, aromas de frutos rojos y notas más complejas a medida que pasan por barrica de roble. Un vino ideal para envejecer en barrica y en botella.

Un terruño lleno de contrastes

Veranos secos y calurosos, inviernos rigurosos, muy rigurosos, cambios de temperatura entre el día y la noche dramáticos, incluso de 20 grados; elevada altitud, de hasta 1.000 metros, en una de las regiones vitivinícolas más altas de España. SE caracteriza por lluvias moderadas, pero tierra bien drenada; suelos poco fértiles y pobres en materia orgánica, formados por depósitos de aluvión arrastrados a lo largo de los años por el Duero en su camino hacia el Atlántico.

El terruño en Ribera del Duero, el ‘terroir’ que dicen los franceses, es perfecto para crear vinos llenos de contrastes y vida. Son vinos con una historia que contar.

Cada año, esas condiciones marcadas por el terruño cambian. Inviernos más o menos fríos, primaveras que se adelantan más o menos lluviosas. Por eso cada año, el vino es diferente. El Consejo Regulador analiza el vino anualmente para clasificar la añada. En los últimos 20 años, siete añadas de Ribera del Duero han sido clasificadas como excelentes, once como muy buenas y dos como buenas.

Tempranillo, la uva y el alma de Ribera

La tempranillo es una de las grandes uvas mundiales y la variedad más apreciada –y cultivada– en España. Sin embargo, es en Ribera del Duero donde esta uva muestra sus mejores características, como un pavo real cuando despliega su cola en forma de colorido abanico. Las cepas de maduración temprana de esta uva hacen que se adapte perfectamente a las condiciones extremas de este clima. De un intenso color azulado, casi negro, la tempranillo, también conocida como tinto fino o tinta del país, madura algunas semanas antes que otras uvas tintas, de ahí viene su nombre.

Forma racimos grandes y compactos, su piel es gruesa y su pulpa, muy jugosa. Da lugar a vinos de un intenso color, con aromas a frutos rojos. Es además una uva que encaja a la perfección con la madera de roble. Por eso es perfecta para elaborar vinos de guarda, es decir, crianzas y reservas. Los vinos de Ribera del Duero usan la uva tempranillo en, como mínimo, un 75 %, aunque en muchos casos alcanza el 90 o el 100 %. El resto se completa con otras variedades como Merlot, Cabernet-Sauvignon o Malbec.

Altos de Tamarón, el Ribera del Duero más vendido en España

Desde San Esteban de Gormaz hasta Quintanilla de Onésimo, la Denominación de Origen Ribera del Duero ampara los viñedos de unos 115 kilómetros de tierra bañada por el río Duero, en las provincias de Burgos, Valladolid, Segovia y Soria. En total, hablamos de una superficie de viñedo de 22.000 hectáreas, unos 8.200 viticultores activos, más de 300 bodegas y 2.225 marcas.

En 2002, en la pequeña localidad de Olmedillo de Roa, en Burgos, nace la bodega donde se elaboran los vinos Altos de Tamarón. Fue el inicio del proyecto Pagos del Rey que más tarde llevaría bodegas también a Rioja, Rueda y Toro. Pero Altos de Tamarón sigue siendo su marca insignia, no en vano es la etiqueta de toda la Denominación de Origen Ribera del Duero más vendida en España.

Altos de Tamarón elabora dos vinos jóvenes, Altos de Tamarón tinto y Altos de Tamarón Roble, con un breve paso por barrica. Son vinos más ligeros y frutales y buen paso de boca. Respecto a los vinos de guarda, con envejecimiento en barrica y en botella, cuenta con un Crianza, Altos de Tamarón Reserva y también con un Gran Reserva, con nada menos que 24 meses en barricas de roble francés y americano y 3 años en botella. Son vinos más complejos y elegantes.

El éxito que esta marca proporciona a Pagos del Rey también traspasa fronteras. Los vinos Altos de Tamarón han recibido numerosos premios, entre los que destacan el oro en los AWC Vienna para su Reserva y su Gran Reserva en 2018; el oro en los premios Gilbert & Gaillard International Challenge para el Reserva en 2019; el Asian Wine Trophy para su Crianza en 2019 y para su Roble en 2018; la plata para Altos de Tamarón Roble en el Concurso Mundial del Tempranillo en 2018; o los 91 puntos obtenidos por Altos de Tamarón Reserva en la prestigiosa lista del crítico estadounidense James Suckling en 2019.

Este año, uno de los concursos internacionales de vino más importantes del mundo, Mundus Vini, ha reconocido a Altos de Tamarón con tres premios: medalla de Oro para el Reserva 2015 y el Crianza 2017 y la plata para el Tempranillo 2017.

Maridajes perfectos en la tierra del lechazo

Tierra de asados, de cazuelas de barro, hornos de leña y sarmientos de vid, de guisos capaces de devolverle a uno a la vida, de pocos pescados, pero muy bien guisados, de carnes y embutidos procedentes de la matanza y de quesos de oveja. En pocas zonas o regiones vinícolas encontramos una sintonía entre el vino y la gastronomía como en Ribera del Duero.

La cocina tradicional de esta zona es recia y contundente, ideal para entrar en calor en los rigurosos inviernos. Y humilde…, aunque, eso sí, nunca ha faltado el vino. De hecho, en el yacimiento de Pintia se han encontrado vestigios que nos confirman que hace 2.500 años ya se tomaba esta fabulosa bebida. Si aquellos vinos tenían el intenso color, el cuerpo y el paladar preciso del actual vino amparado por la Denominación de Origen es un misterio, como lo es el origen de uno de los cocidos más tradicionales, y que mejor maridan con una buena copa de Ribera: la olla podrida.

Nos encanta la explicación etimológica que enlaza su nombre con el término ‘poderida’ como sinónimo de poderosa, porque desde luego es un guiso poderoso. Aunque parece más probable que el nombre haga referencia a que el guiso cuece muy despacio en la olla, hasta que lo que hay dentro casi se deshace.

Cualquier vino Ribera del Duero armoniza bien con los quesos de oveja de la zona, con embutidos y, por supuesto, con la morcilla de Burgos. Pero también con los pescados más tradicionales, porque se cocinan en guisos potentes, como el bacalao al ajoarriero o con salsa de tomate o el congrio a la arandina, que es una especie de salsa verde ligada con harina y que además añade  azafrán.

Otra armonía perfecta para los vinos de Ribera del Duero son las setas, ya se cocinen salteadas, con huevo o en guisos con patatas o legumbres. Boletus edulis, níscalos, rebozuelos, amanitas caesareas o setas de cardo abundan en sus bosques en otoño, en una de las zonas de mayor riqueza micológica del país.

Pero si la conexión del terruño que existe entre la cocina tradicional y el trabajo de bodegueros y viticultores se hace extraordinaria con una especialidad, no es sino con el lechazo asado. Cuando hay un horno de leña y sarmientos de vid de por medio, y una buena materia prima, es decir, lechazo de la D.O. Castilla y León, no necesita más que agua y sal. En casa, podemos compensar el sabor del horno de leña con alguna hierba como tomillo y romero y un poco de vino blanco y vinagre durante el asado, que será de una hora y media, aproximadamente, a 190 °C.

Imágenes | J.I Berdón para CRDO Ribera del Duero